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El neurofisiólogo Jacobo Grinberg y sus viviencias con Pachita:

El caso más extraordinario y el que me enseñó que realmente no existen límites, fue el de una niña, quien en una operación convencional había sido sobreanestesiada, dejándole su cerebro muerto por la falta de oxígeno. Los padres, desesperados después de ver una docena de neurólogos, dieron con Pachita y le pidieron ayuda. Pachita aceptó y la segunda operación que vi aquella primera noche, fue un trasplante de corteza cerebral en la niña sobreanestesiada.

Aquello fue demasiado difícil para mí.
Durante más de diez años me he dedicado a investigar algunos aspectos de la fisiología cerebral y aunque me considero bastante revolucionario entre mis colegas, jamás me imaginé, ni podría haber aceptado, que una parte del cerebro pudiera trasplantarse de un ser humano a otro. Jamás lo hubiera aceptado de no haberlo visto, pero el caso es que lo vi y eso me transformó tan profundamente que a partir de ese momento, todas mis concepciones psicofisiológicas cambiaron.

La niña era un “vegetal” que no se movía ni hablaba ni controlaba sus esfínteres. En esa operación, y en cuatro subsecuentes, “Pachita” cortó el cuero cabelludo con el cuchillo de monte y después abrió el hueso del cráneo usando un pedazo de sierra de plomero.

Yo veía eso y parte de mí pensaba que no era cierto y otra que era maravillosamente real.
Después “Pachita” hizo aparecer una sección de corteza humana, tomó un pedazo en sus manos, le lanzó su aliento y le ordenó que viviera: ¡vive!, ¡vive! le gritaba.
Después, con la ayuda del cuchillo, introdujo el pedazo de corteza al cráneo de la niña y con una serie de movimientos extraños, lo dejó depositado allí. Por fin, la herida se cerró después de que yo fui invitado a colocar mis manos encima de la misma. A eso se le llamaba saturar. La niña fue vendada y devuelta a sus padres.

La operación se realizó sin anestesia, sin asepcia y considerando su magnitud y seriedad, lo que se podía haber esperado como mínima reacción era una meningitis fulminante. En lugar de ello, la niña se presentó a los quince días para una nueva operación, sin infecciones, sin haberse muerto de shock postoperatorio y con algún síntoma de mejoría. De hecho, después de cuatro operaciones similares a la descrita, yo vi a esa niña empezar a tener movimientos voluntarios, balbucear vocablos, quejarse de dolor y molestias y sonreír, ¡sí! ¡sonreír!.

🔈 Audiolibro Pachita de Jacobo Grinberg

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El neurofisiólogo Jacobo Grinberg y sus viviencias con Pachita:

El caso más extraordinario y el que me enseñó que realmente no existen límites, fue el de una niña, quien en una operación convencional había sido sobreanestesiada, dejándole su cerebro muerto por la falta de oxígeno. Los padres, desesperados después de ver una docena de neurólogos, dieron con Pachita y le pidieron ayuda. Pachita aceptó y la segunda operación que vi aquella primera noche, fue un trasplante de corteza cerebral en la niña sobreanestesiada.

Aquello fue demasiado difícil para mí.
Durante más de diez años me he dedicado a investigar algunos aspectos de la fisiología cerebral y aunque me considero bastante revolucionario entre mis colegas, jamás me imaginé, ni podría haber aceptado, que una parte del cerebro pudiera trasplantarse de un ser humano a otro. Jamás lo hubiera aceptado de no haberlo visto, pero el caso es que lo vi y eso me transformó tan profundamente que a partir de ese momento, todas mis concepciones psicofisiológicas cambiaron.

La niña era un “vegetal” que no se movía ni hablaba ni controlaba sus esfínteres. En esa operación, y en cuatro subsecuentes, “Pachita” cortó el cuero cabelludo con el cuchillo de monte y después abrió el hueso del cráneo usando un pedazo de sierra de plomero.

Yo veía eso y parte de mí pensaba que no era cierto y otra que era maravillosamente real.
Después “Pachita” hizo aparecer una sección de corteza humana, tomó un pedazo en sus manos, le lanzó su aliento y le ordenó que viviera: ¡vive!, ¡vive! le gritaba.
Después, con la ayuda del cuchillo, introdujo el pedazo de corteza al cráneo de la niña y con una serie de movimientos extraños, lo dejó depositado allí. Por fin, la herida se cerró después de que yo fui invitado a colocar mis manos encima de la misma. A eso se le llamaba saturar. La niña fue vendada y devuelta a sus padres.

La operación se realizó sin anestesia, sin asepcia y considerando su magnitud y seriedad, lo que se podía haber esperado como mínima reacción era una meningitis fulminante. En lugar de ello, la niña se presentó a los quince días para una nueva operación, sin infecciones, sin haberse muerto de shock postoperatorio y con algún síntoma de mejoría. De hecho, después de cuatro operaciones similares a la descrita, yo vi a esa niña empezar a tener movimientos voluntarios, balbucear vocablos, quejarse de dolor y molestias y sonreír, ¡sí! ¡sonreír!.

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Lastly, the web previews of t.me links have been given a new look, adding chat backgrounds and design elements from the fully-features Telegram Web client. Telegram was co-founded by Pavel and Nikolai Durov, the brothers who had previously created VKontakte. VK is Russia’s equivalent of Facebook, a social network used for public and private messaging, audio and video sharing as well as online gaming. In January, SimpleWeb reported that VK was Russia’s fourth most-visited website, after Yandex, YouTube and Google’s Russian-language homepage. In 2016, Forbes’ Michael Solomon described Pavel Durov (pictured, below) as the “Mark Zuckerberg of Russia.” Multiple pro-Kremlin media figures circulated the post's false claims, including prominent Russian journalist Vladimir Soloviev and the state-controlled Russian outlet RT, according to the DFR Lab's report. As the war in Ukraine rages, the messaging app Telegram has emerged as the go-to place for unfiltered live war updates for both Ukrainian refugees and increasingly isolated Russians alike. On Telegram’s website, it says that Pavel Durov “supports Telegram financially and ideologically while Nikolai (Duvov)’s input is technological.” Currently, the Telegram team is based in Dubai, having moved around from Berlin, London and Singapore after departing Russia. Meanwhile, the company which owns Telegram is registered in the British Virgin Islands.
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